Paco Ibáñez vuelve a eternizar versos en el Palau de la Música Catalana

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Guillermo Cabellos

Barcelona, 4 abr. (EFE).- Paco Ibáñez es músico, cantautor y compositor, pero ante todo es el eternizador de versos de los mejores poetas en lengua española, ya sean clásicos o modernos, cuestión que ha vuelto a demostrar en el Palau de la Música Catalana de Barcelona.

Con su inseparable guitarra entre las manos y con Mario Mas a su lado, quien ha sido una suerte de lazarillo entre la madeja de hojas que forman su cancionero, Ibáñez se ha presentado en catalán ante el público de Barcelona, ciudad en la que pasó su primera infancia y en la que vive desde 1994, y ha comenzado interpretando ‘Es amarga la verdad’, la versión musicada del poema de Francisco de Quevedo.

Después de la Guerra Civil y tras un breve exilio en Francia, que terminó con la detención y encierro de su padre en un campo de trabajo para republicanos españoles, Ibáñez vivió su niñez en un caserío cerca de Tolosa con su madre y hermanos.

De esta época el cantautor conserva el vasco, lengua en la que se comunicó siempre con la madre y en la que ha cantado, junto al acordeón de Joxan Goikoetxea, ‘Txoria Txori’, unos versos de Joxean Artze en los que plantea que si le cortara las alas a un pájaro, este sería siempre suyo, pero nunca más un pájaro.

El cantautor ha aprovechado estos instantes de lenguas cooficiales para interpretar ‘Chove’, el poema del gallego Celso Emilio Ferreiro que él mismo musicó.

Es a partir de aquí cuando le han subido las fiebres del antiimperialismo yankee, primero vociferando “antes morir que hablar inglés” y justo a continuación entonando ‘Quando l'alber comincia a fiorire’, pieza en la que una italiana llora por una amante que ha emigrado a los Estados Unidos, lo que para Ibáñez es un signo negativo de nuestros tiempos, en los que no dejamos de querernos reflejar en ese sueño americano.

Esta rebeldía ha acompañado también a ‘La mala reputación’ de Georges Brassens, canción que ha tildado de “inconformista”, que reza que “a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe” y que al terminar ha rematado con un “hay que declarar la guerra cultural a los yankees”.

Una vez abandonado el arrebato antiamericano, Ibáñez se ha refugiado en lo que mejor conoce: la generación del 27, y ha encadenado ‘Canción del jinete’ y ‘Si tú vienes a la romería’, de Federico García Lorca; ‘Andaluces de Jaén’ de Miguel Hernández; ‘Nocturno’ de Rafael Alberti y ‘Proverbios y cantares’ de Antonio Machado (pese a adscribirse este más en la generación del 98), en la que trata el tópico de las dos Españas.

A Ibáñez y Mas se les han unido, en momentos distintos del recital, Pep Pasqual y Soleá Morente; el primero para ampliar la biblioteca de sonidos que ofrecen las guitarras, a través del juego con agua, arena, silbatos y membranas; y la segunda, hija de Enrique Morente, para cantar ‘Nana de la mora’.

Todo esto ha precedido al particular homenaje que Ibáñez ha brindado a su amigo José Agustín Goytisolo, de quien ha versionado ‘Escucha, abandonada’, ‘El lobito bueno’ y ‘Me lo decía mi abuelito’, canciones a las que el público ha respondido cantando por debajo de la voz del artista, antes de que terminara su actuación con ‘Palabras para Julia’, el tema más vitoreado por los asistentes al Palau de la Música Catalana.

Tras una larga ovación, ya con el escenario lleno de flores, Ibáñez aún ha brindado tres canciones más a Barcelona: ‘Chacarera de las piedras’, del argentino Atahualpa Yupanqui; la versión de ‘El pastorcico’ de San Juan de la Cruz, dedicada a su amigo y pintor Frederic Amat; y ‘A galopar’ de Rafael Alberti; con la que ha concluido el concierto en el Palau, no sin antes lanzar un “Visca Catalunya”, a lo que cada cual ha respondido como ha querido.

Así, Paco Ibáñez ha vuelto a demostrar en el Palau de la Música Catalana su capacidad para ser el eternizador de versos que a priori ya deberían ser inmortales, pero que, a través de las cuerdas de su guitarra, se han anclado en el acervo popular con vigor total. EFE

gcm/gcf

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