Un tribunal de primera instancia del condado de Rankin, en el estado estadounidense de Mississippi, ha condenado a seis exagentes de la Policía de Rankin a unas penas que rondan entre los 15 y los 45 años de prisión por torturar a dos ciudadanos afroamericanos a principios de 2023, y que deberán cumplir al mismo tiempo que la anterior condena emitida por un tribunal federal, y que están comprendidas entre los 10 y los 40 años de cárcel.
Los seis expolicías han recibido sus respectivas condenas a nivel estatal por cargos de conspiración para obstruir a la Justicia, de allanamiento de morada y de agresión con agravantes, según la cadena de televisión estadounidense NBC News.
Así, Christian Dedmon, que ya tenía una condena federal de 40 años de cárcel, ha recibido ahora 25 años; Hunter Elward, con una condena federal de 20 años, ha sido sentenciado a 45; Jeffrey Middleton, previamente penado con 17 años y medio de prisión, ahora obtenido 20; Daniel Opdyke, con otros 17 años y medio de cárcel, ahora se enfrenta a 20; Brett Morris McAlpin, ha recibido una sentencia de 20 años a cumplir junto a la condena federal de 27 años de prisión; Joshua Hartfield ha recibido 15 años de prisión cuando anteriormente había sido condenado a 10 años.
Las condenas a nivel federal fueron impuestas por el juez del distrito federal de Jackson (Mississippi) Tom Lee al considerar que los hechos eran «atroces y despreciables».
Los seis expolicías se declararon culpables en agosto de 2023 de los cargos relacionados con haber torturado a dos hombres negros, a los que asaltaron, arrestaron sin causa, detuvieron ilegalmente, golpearon y acusaron falsamente de delitos graves.
Además, Elward ha admitido que puso una pistola en la boca de una de las víctimas para asustarla, tras lo que el arma se disparó de forma accidental, causando heridas graves en la boca, garganta y cuello, aunque acabó sobreviviendo.
Los dos detenidos también fueron obligados a desnudarse, a ducharse juntos y a beber líquidos como aceite de cocina, leche o alcohol, todo ello mientras recibían insultos racistas y descargas eléctricas.
Tras ello, los agentes –que se autodenominan ‘The Goon Squad’ (El escuadrón de matones), debido a su disposición a usar fuerza excesiva y no denunciarlo– intentaron ocultar sus acciones mediante una tapadera que incluía armas y drogas, algo que usaron para acusar a las víctimas hasta que uno de los agentes admitió los hechos.