Hipólito Yrigoyen
Hipólito Yrigoyen llegó al gobierno en circunstancias absolutamente desventajosas: las provincias en manos de los conservadores, minoría en las Cámaras Legislativas, una Justicia poco afecta al radicalismo, conflictos sociales que ensangrentaban las calles, la prensa abiertamente en contra, unas FF.AA. higienizadas de oficiales radicales y todo ello en el marco de la peor crisis económica de toda nuestra historia. El panorama no podía ser más desolador.
Contaba, apenas, con un Partido, muy heterogéneo, con líneas que se entrechocaban abiertamente, y, naturalmente, con el poder que da el ejercicio de la Presidencia. Presidencia alcanzada con enormes dificultades, como ya veremos. Su gobierno fue, por tanto complicado, diríamos, excesivamente complejo. Sin embargo alcanzó sus objetivos, logró mantenerse y proyectarse. Sus herederos, un tanto fregados, hoy, continúan en la vida política.
Ingresemos, entonces, a este apasionante momento.
El régimen
El Régimen fue la consigna mágica utilizada por Yrigoyen para establecer una línea divisoria entre él y el pasado ominoso. Algo pícaro, don Hipólito, pues rápidamente olvidó que había sido Diputado Nacional de ese pasado execrable. Concretamente del partido del General Roca.
El Régimen fue para el caudillo de Balvanera la manifestación más clara y contundente de la inmoralidad, la corrupción, la concupiscencia y el profesionalismo político para enriquecerse y trampear. El período que va desde la sanción de la Constitución hasta su llegada al poder, lo definía como el Régimen falaz y descreído.
Sin embargo ese régimen nos había dado la Constitución, un Estado Nacional potente, educación pública, Justicia, integración al mundo, inmigración, inversiones extranjeras que dieron vuelta al país como una media e infinidad de logros que serían muy extensos de destacar y no hacen a esta nota.
De modo que cabe preguntarse: ¿Por qué “falaz y descreído”? ¿Por qué organizó acciones revolucionarias contra esta élite provechosa? No es difícil contestarlo, es que esa élite no estaba dispuesta a compartir el poder con un grupo de advenedizos a los que descalificada como chusma. De manera que Yrigoyen se lanzó a la política contra esa élite de profesionales del fraude que, si bien habían consolidado la Nación, persistían en seguir ignorando al Demos. El derecho del pueblo a elegir gobierno.
La participación popular en las instituciones republicanas se había instalado como un nuevo valor mundial, al menos en occidente. Un sector de los conservadores entendió esos vientos huracanados y habilitó las leyes para que en el país se pudiera votar libremente: la Ley Sáenz Peña. En realidad, tres leyes. Fue sancionada en 1912.
Presidencia de Yrigoyen
Las elecciones de 1916 no fueron lo que se esperaba, esto es, que después de tantos años de fraude y violencia el pueblo pudiera cumplir libremente con el derecho y la obligación de votar. No fue así, concurrió el 50% de la población. No había confianza aún en los cambios. De alguna manera el presidente Victorino de la Plaza ya lo sospechaba cuando imploró al pueblo a participar: “Mi natural ansiedad proviene de que, existiendo la más amplia libertad electoral, como nunca se gozó en el país, el resultado de los comicios pueda aparecer sin todo el concurso de la voluntad popular. Mi ansiedad es que nuestro país pueda aparecer omiso o indiferente en el desempeño de tan patriótico deber.”
Hubo tres fórmulas. Yrigoyen sacó el 45,60% de los votos con su partido dividido en la Provincia de Santa Fe. Los conservadores el 37%, igualmente divididos y el resto, la fórmula Socialista de Juan B. Justo y Repetto. En consecuencia llega al poder con escasísimo apoyo popular, si consideramos el ausentismo, las Cámaras Legislativas en poder conservador y las provincias en manos opositoras, excepto Córdoba, que de todos modos se perdió en la compulsa de 1918 a raíz de los tumultos estudiantiles a favor de la conocida Reforma del 18.
En aquellas elecciones, las de 1916, ocurrió algo parecido al presente. Los gobernadores ya habían sido elegidos, todos conservadores, menos Santa Fe, que era un radicalismo no yrigoyenista y Córdoba, pero para electores presidenciales la UCR ganó en varias provincias conservadoras. ¿Qué significaba esto? ¿O mejor dicho como lo que entendió Yrigoyen? Que contaba personalmente con apoyo del pueblo de provincias conservadoras por lo tanto había que transparentar el asunto ¿y cual fue el camino que encontró? Las intervenciones provinciales. Diecisiete a lo largo de su mandato. No había dudas que Yrigoyen ejercía el poder, no se arredraba frente al conflicto no obstante ser institucionalmente minoría. Pero lo cierto es que la oposición política ya no contaba. La idea del Régimen había calado hondo en la conciencia popular.
Conflictos sociales
La presidencia de Yrigoyen padeció incontables conflictos de orden social. Algunos los solucionó, favorable a los obreros, otros no. Al no existir una oposición creíble, los actores sociales fueron quienes hicieron frente al gobierno. Sindicatos, Cámaras empresariales, comerciales y del agro. Grupos civiles de choque como la Liga Patriótica, los principales diarios, La Nación, La Prensa, La Razón y Crítica. En fin, los que tenían voz, pero les faltaban votos. Sin desarrollar enumeraremos los graves conflictos obreros y su desenlace. Huelga de los trabajadores de compañías navieras de cabotaje. Yrigoyen intervino y se arregló el asunto. Conflicto con los trabajadores municipales, el gobierno dejó cesantes a los revoltosos. La pugna con los trabajadores del riel terminó muy mal para los proletarios. El Presidente sacó las tropas a la calle y sus principales cabecillas fueron echados del trabajo. Para no hacer tan extenso el relato adicionamos tres hechos, quizás los más graves de la historia social argentina. La Semana Trágica de 1919 cuando los trabajadores metalúrgicos y luego la población proletaria de la ciudad generaron un caos indescriptible que culminó con las tropas del Ejército en la calles y setecientos muertos, algunos elevan la cifra a más de mil. Las huelgas en la empresa Británica La Forestal, nuevamente el Ejército, más de quinientos muertos y finalmente la denominada Patagonia Trágica, se desconoce con certeza pero se habla de más de mil quinientos muertos. Toda esta brutalidad nadie la capitalizó, pues no había quien. Las explosiones sociales estallaban sin tener un futuro político de salida. No obstante todos estos hechos terribles, los radicales volvieron a ganar las elecciones en 1922, con un candidato que no participó en la campaña electoral, pues vivía en Francia, Marcelo T. de Alvear con casi el 60% de los votos.
Así las cosas, pueden ser un buen espejo a mirarse.