Un iluminado Dimitrov apaga a Carlos Alcaraz en Miami

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Alcaraz durante el partido de Dimitrov (Geoff Burke-USA TODAY Sports). (Geoff Burke/)

“Que te oiga, que te oiga”. Le repetía entre gritos Juan Carlos Ferrero a su pupilo desde la grada. Alcaraz, que venía de salvar el 1-5 a favor de Dimitrov en el set definitivo, apuraba sus opciones para mantenerse con vida en un partido en el que nunca llegó a sentirse cómodo. Carlitos jugaba en ese momento sin paracaídas y por momentos sus golpes se escuchaban en todo Miami. Sin embargo, su conato de remontada fue sofocado inmediatamente (2-6 y 4-6) por el búlgaro, incontestable durante toda madrugada española. El español, que llegaba con una inercia fantástica al duelo de cuartos, repentinamente se cegó. No podrá unirse a ese selecto club de jugadores que han logrado el sunshine double, ganar de manera consecutiva los torneos de Indian Wells y Miami.

“¡Tírale alto, tírale alto!”, le insiste desde la esquina Ferrero. “¡Anímate!”, grita el técnico, pero esta vez la reacción de Carlitos es tardía e insuficiente. Para cuando se produce, ya está obcecado. Como la mayor parte del partido. Errático con el primer servicio y confundido al resto, Alcaraz se ve 0-3 abajo a las primeras de cambio. Dimitrov había advertido. “Está jugando a un gran nivel, pero yo también”. Y salió a la central convencido de sus posibilidades y con el guion bien aprendido. El búlgaro, al igual que Jarry y Sinner cuando derrotaron a Alcaraz, lleva el partido al juego directo que tantos apuros genera al español. Gobierna con la derecha, pero también desde el revés. Resta con precisión y saca potente. El ABC del tenis en su máxima expresión.

“Tenía extremadamente claro lo que quería hacer. A veces, la simplicidad es clave”, afirmaba después de plasmar sobre la pista su medido plan. Dimitrov piensa rápido y ejecuta dinámicamente, sin dar tiempo a Carlos a soltar respuesta alguna. Ataca cada devolución del murciano y le quiebra la mente con golpes inverosímiles. De pronto Alcaraz se ve arrinconado, achicando como puede las embestidas de Grigor, que no cesa con su drive que ni en carrera pierde rigor. Carlitos no ofrece respuestas porque en ese instante no las tiene. Tampoco logra llevar la iniciativa y en todo momento va a remolque. Una sensación que no había experimentado en todo el mes de marzo en el que contaba por victorias todos sus encuentros disputados.

En Miami no da con la tecla. Pasa de dominador en lo que iba de torneo a dominado. Cazador cazado. “Tengo que centrarme de una vez”. “Qué inútil soy”. “No puedo seguir haciendo esta mierda”. Alcaraz es un mar de dudas mientras que Dimitrov navega en la satisfacción de quien está consiguiendo lo que había planeado. Con su distinguido revés a una mano vuelve a romper el saque del español y no sólo se apunta el set, sino que comienza sacando en el segundo, cuyo guion es idéntico al primero. El búlgaro sabe que no puede ni debe modificar reglón alguno de su guion si quiere que su interpretación sea de Oscar.

No lo hace y en un abrir y cerrar de ojos se sitúa 1-4 arriba. Es ahí cuando Ferrero llama a su pupilo para ajustar su tenis y le arenga. ¡Anímate, que te oiga! Y falta de juego, Alcaraz tira de coraje para intentar trasladar las dudas al búlgaro. Salva el 1-5, logra un break en blanco y certifica la igualada a través de su saque. 4-4. De pronto soltó la derecha, aunque era tarde. Su amago de remontada tan sólo le permitió ganar tiempo, pero el desenlace era la crónica de una muerte anunciada porque a Dimitrov no le tiemblan las piernas. Tenía guardada una última ráfaga de tenis que certifica la derrota de Alcaraz y billete a semifinales de Miami, donde no lo había conseguido en toda su carrera. Ya sólo le queda Madrid como único Masters 1000 en el que no ha alcanzado la antesala a la final.

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