Dentro de la mente de un narcisista-psicópata: “Diferencian entre el bien y el mal, pero no tienen empatía”

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Elizabeth Clapés, @esmipsicologa, con su nuevo libro ‘Tú no eres el problema’. (Helena Margarit Cortadellas)

Pueden parecernos personajes de películas, de thrillers macabros que nos inquietan y a la vez nos fascinan, pero los psicópatas y las personas con trastornos de personalidad narcisista no son necesariamente asesinos en serie, pueden ser algún familiar o amigo, nuestra pareja o nuestro compañero de trabajo. Los narcisistas carecen de empatía y ética, son manipuladores, mienten sobre mentiras, son astutos y con tendencia al parasitismo. Suelen tener un encanto superficial porque son capaces de adaptar su personalidad a cada persona. Además, no tienen sentido de responsabilidad y cuentan con un férreo sentido de inmunidad, como si sus actos no fuesen a tener consecuencias, aunque ello implique saltarse la ley y la moral. Pero, ¿cómo funciona la mente de una persona capaz de contaminar todo lo que toca?

Elizabeth Clapés es psicóloga, coordinadora del Máster en Terapia de Pareja y Sexología Clínica de la Academia AMIR y de la Universidad a Distancia de Madrid y autora de otras obras como Querida yo: tenemos que hablar, Hasta que te caigas bien y Perderte para encontrarme. En su cuenta de Instagram, @esmipsicóloga, acumula ya el millón de seguidores. En su último libro, Tú no eres el problema (Montena), la psicóloga se introduce en la mente de un narcisista y ofrece herramientas para detectarlos, huir de ellos y sanar.

Sin embargo, Clapés va más allá y aborda también a los psicópatas, el lado más cruel del narcisismo. Ambos términos, aunque pueden compartir varios rasgos en común, han de ser diferenciados. “El narcisista en sí es un rasgo, como puede ser ‘pesimista’ u ‘orgulloso’. No lo llamaríamos trastorno de personalidad a no ser que esté tan exacerbado que llegue a ser patológico. Una persona narcisista es una persona egocéntrica que, como se prioriza a sí mismo por encima de todo lo demás, evidentemente hace daño como consecuencia”, explica en una entrevista con Infobae España.

Mientras tanto, el psicópata “es una persona manipuladora, envidiosa y cruel, que no únicamente se exacerba a sí misma sino que se inventa logros. No es un trastorno de personalidad antisocial porque, en muchas ocasiones, es una persona bastante social y muy integrada”. Así, no todos los psicópatas son narcisistas, ni todos los narcisistas son psicópatas. “Jeffrey Dahmer no tenía rasgos narcisistas y, aún así, era un psicópata terrible”, apunta.

Elizabeth Clapés, durante su entrevista con ‘Infobae España’. (Helena Margarit Cortadellas)

Pregunta: En el libro explica que, cuando hacemos daño a alguien, sentimos su dolor y aprendemos de nuestros errores. Los narcisistas repiten sus errores porque no tienen esa capacidad de conectar y no sienten el dolor ajeno ni el remordimiento. ¿Pueden trabajar esto en terapia?

Respuesta: No. Podemos trabajar la empatía con alguien que tiene una base, pero la psicopatía y el narcisismo son trastornos de personalidad inamovibles. Ya está construida la persona, tendrías que tirar el edificio y empezar de cero. Por eso se habla de que es tan importante intervenir cuando son niños, porque aún hay margen de maniobra. La cuestión es que antes de los 18 no se puede diagnosticar ningún trastorno de personalidad, pero sí trastornos de conducta, por ejemplo, negativista desafiante.

Con la terapia se puede aliviar un poco porque le estás enseñando que si se comporta así irá a la cárcel, perderá el trabajo o su entorno social le rechazará. Refuerzo positivo, refuerzo negativo. Se les puede enseñar, pero no les vas a hacer entender que tienen que dejar de actuar así porque van a generar dolor.

P: ¿Diferencian entre el bien y el mal?

R: Diferencian perfectamente entre el bien y el mal porque ellos están bien, es decir, no son personas que tengan alucinaciones, delirios o paranoias. Son personas conscientes de la realidad, que viven en el mismo mundo que nosotros y conectan con el mundo cognitivamente. Por eso hablamos de que tienen empatía cognitiva, pero no empatía emocional. Saben lo que pensamos y lo que esperamos recibir de ellos, pero no lo sienten verdaderamente. Si tú me estás contando algo muy triste, yo sé que esperas que te escuche y que conecte contigo, pero no voy a sentir lo que me estás contando. Es como conectar con la cabeza y no con el corazón.

P: Dice que son camaleónicos, que saben leer perfectamente a las personas y adaptar su personalidad.

R: La única información con la que cuentan para conocer a los demás es lo que leen de ellos. Trabajan con lo que ellos comprenden y lo utilizan para mal. No es tanto un “voy a hacer daño porque disfruto de hacer daño”, es más un “quiero conseguir esto y para eso tengo que hacer esto, que no es ético, pero me da igual”. Para ellos, el fin justifica los medios. Si ser infieles a sus parejas supone que van a disfrutar la noche, les da igual que ella sufra porque a ellos la experiencia no va a dejarles huella. Aparentarán que se arrepienten, pero demostrarán que no es así en el momento en el que lo vuelvan a hacer.

P: Las víctimas entran en un “modo supervivencia” en el que el cuerpo somatiza los problemas que les acarrea el vínculo con estas personas. Aunque tengamos esa intuición que nos indica que algo va mal, ¿hasta qué punto debemos escuchar a esa voz interna? ¿Cómo podemos saber que nuestra intuición tiene fundamento?

R: Una cosa son las voces intrusivas en tu cabeza, las que te dicen que eres fea o que nadie te va a querer nunca. Un niño no viene al mundo odiándose a sí mismo, alguien se lo ha dicho previamente, pero luego está la voz de la intuición, que no es tanto una voz intrusiva, sino una reacción corporal. Es una percepción inconsciente, es prestar atención a cómo responde el propio cuerpo ante esa persona. Si es algo que nos hace sentir todo el mundo, probablemente haya un trauma ahí que hay que trabajar, pero si nos lo hace sentir solo una y el resto no, ahí es donde viene a lo que hay que hacer caso.

P: ¿Hay algún tipo de persona al que el narcisista le tema o, al menos, le rehúya?

R: Un narcisista repele a otro narcisista porque, como los dos buscan parasitar, no hay nada donde sacar. Además, repelen a las personas alarmas, que son aquellas que no sucumben a sus encantos. Quizá es porque ya han visto a otros de su calaña, o bien porque simplemente no saben por qué, pero no les encaja. Cuando el narcisista ve que no está consiguiendo manipular a la persona a la que quiere, la ve como alguien potencialmente peligrosa para la imagen que ellos han construido. Aquí es cuando ellos o bien alejan a la víctima de esta persona o tratan de no despertar ninguna sospecha con ella.

Elizabeth Clapés, durante su entrevista con ‘Infobae España’. (Helena Margarit Cortadellas)

P: ¿Cómo puede el entorno de la víctima ayudarla a salir de una relación de este tipo?

R: Si la víctima aún no se ha dado cuenta, hay que ir con mucho cuidado. A veces las personas no están preparadas para recibir según qué tipo de información porque no se encuentran en un momento vital para sostener el dolor que supone darse cuenta de la realidad. Entonces, hay que saber cuándo decir las cosas y cuándo callárselas. Lo mejor es permanecer a su lado, hacer una inculcación silenciosa y no invasiva, con tacto, con cariño y con respeto a los tiempos de la víctima. A no ser que tenga la vida en riesgo, porque esto también puede ser un extremo.

P: ¿Somos todos susceptibles de ser víctimas de un narcisista o un psicópata o existe alguna forma de prevenirlo?

R: Podemos prevenirlo conociendo este perfil, pero al final depende de lo que quieran obtener de nosotros. Quizá tú no “caes” con alguien así como pareja, pero igual es tu compañero de trabajo o es tu padre y naces siendo víctima.

P: ¿No existe entonces un perfil de víctima?

R: El perfil de víctima es quien tenga aquello que el psicópata quiera obtener. Por ejemplo, si nos vamos a un perfil más narcisista, lo que va a buscar va a ser una persona que no lo eclipse y que le aplauda los logros. Si nos vamos al lado más cruel, buscarán control, poder, dominancia sobre esa persona en el trabajo, en una relación de pareja o en la familia, para parasitar emocional o económicamente de ella.

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