“Alemania”, adolescencia y salud mental bajo observación

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La adolescencia es uno de los territorios más difíciles de abordar. Se trata de una etapa de descubrimiento llena de contradicciones, donde uno empieza a cuestionar todo lo que daba por sentado y empieza a humanizar a los adultos, viendo sus errores y temores. Por esa razón, es destacado el trabajo que realizó María Zanetti en su opera prima Alemania, que trasciende las pantallas para explorar los intrincados senderos de la salud mental y las dinámicas familiares a través de los ojos de una adolescente. El film, protagonizado por Maite Aguilar, Miranda de la Serna, María Ucedo y Walter Jakob, estreno de esta semana en las salas argentinas, promete una narrativa conmovedora y profundamente personal.

El corazón de Alemania late al ritmo de las complejidades emocionales de Lola, una joven de 16 años interpretada por Aguilar, quien se ve atrapada entre los desafíos de su adolescencia y el trastorno bipolar que aflige a su hermana mayor, Julieta, papel asumido por de la Serna. Esta película no solo aborda el proceso de crecimiento personal sino que también se adentra en las vicisitudes de la salud mental y las tensiones familiares, evidenciando la búsqueda de libertad de Lola y su anhelo por estudiar en Alemania.

“La historia de Alemania nace de la necesidad de reconstruir una parte de mi propia historia”, confiesa Zanetti, cuyas propias vivencias imprimen autenticidad a la obra. Este drama familiar, ubicado en la década de 1990, no solo es un reflejo de las experiencias de su directora sino que también es un homenaje universal a los dolores, las relaciones fraternales y el descubrimiento interior a través de los ojos de una juventud en búsqueda de su lugar en el mundo.

«Alemania» es un homenaje a la amistad entre pares y a la complicidad entre hermanos

La selección de Maite Aguilar como Lola fue un proceso meticuloso que fortaleció el alma de la película. La simbiosis entre Aguilar y Zanetti, apoyada por la coach María Laura Berch, fue crucial para capturar la esencia del personaje y su viaje emocional. Este laborioso trabajo de preproducción se refleja en cada fotograma, sumergiendo al espectador en el universo íntimo de Lola.

Además de ser una exploración emocional, Alemania se destaca por su meticulosa recreación de la era de los 90, desde la selección musical con artistas como Charly García o Virus, hasta la autenticidad en el vestuario y los accesorios típicos de la época, lo que contribuye a la atmósfera nostálgica del film. Esta atención al detalle no solo enriquece la trama sino que también sirve como un viaje en el tiempo para la audiencia.

La película ya ha sido reconocida en diversos festivales internacionales, habiendo recibido el Premio Eva Landeck a María Zanetti en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata – Competencia Argentina (Argentina 2023), el Premio a Mejor Arte, Guion y Dirección en el Festival Iberoamericano de Cinema (Ceará) – Muestra Competitiva de Largometraje Iberoamericano (Brasil 2023) y una Mención Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Punta del Este – Competencia Ficción (Uruguay 2024).

María Zanetti dirigió una conmovedora película con una trama muy personal

Alemania, que se presentó en la sección “Horizontes Latinos” del último Festival Internacional de Cine de San Sebastián, es un diálogo entre generaciones, un espejo de las luchas internas y externas que definen la complejidad de la existencia humana.

María Zanetti llega al largometraje tras una carrera prolífica en cortometrajes y series documentales, y en este film muestra una voz poderosa y sensible, no solo se atreve a abordar temas difíciles sino que también logra crear un espacio donde el espectador puede reflexionar sobre sus propias relaciones y desafíos. A través de Alemania, invita a la audiencia a confrontar las realidades de la salud mental y la resiliencia de las conexiones humanas,.

—¿Cómo decidiste usar detalles de tu historia personal para contar esta ficción?

—Este proyecto no nace necesariamente como una película. Surgió en la pandemia durante los primeros meses de encierro forzado. Allí empecé a escribir. En ese momento estaba atravesando el duelo por la pérdida de mi hermano, que tenía ese trastorno como la hermana de la protagonista. Fue una manera de canalizar ese dolor, pensando mucho en mi familia, en nuestro vínculo, en esos momentos que vivimos antes de encontrar el diagnóstico. Tiene mucho de mi historia, pero siempre fue pensado como una ficción. Ese material se transformó en una película cuando encontré el punto de vista de la adolescente. Quería contar esta historia desde esa mirada que tiene mucho de observacional. También, al estar ambientada en los años noventa, quería mostrar cómo se vivían esas situaciones con tan poca información y herramientas, a veces los mismos psiquiatras o psicólogos no le daban al diagnóstico y en medio de crisis económicas que atravesaba nuestro país. Quería hacer un retrato de esa época.

Miranda De La Serna se pone en la piel de Julieta, la hermana de la protagonista

—¿Qué tuviste en cuenta para reconstruir los años 90?

—No quería que la época esté cargada de nostalgia, ni tampoco remarcar los noventa para que no sea distractivo, que se note que está inspirada en recuerdos, por ejemplo se filmó en Villa Ballester, en la casa en la que nací. Quería mostrar que la vida de una persona está atravesada por un montón de cosas, donde podés estar pasando una situación difícil y al rato estar riéndote con una amiga, me parecía que el tono iba a ir por ahí.

—La película tiene un uso del color muy particular

—Eso lo trabajamos con el director de fotografía. Mandamos sacamos unas fotos en las diferentes locaciones, las mandamos a revelar con rollo y usamos esa textura para emular después. Obviamente, filmamos con una cámara digital. Tengo muchas fotos en una caja gigante: del colegio, de viajes, todas tomadas en los años 90. Un poco fue agarrar un par de esas fotos, sacar nuevas y hacer algo con eso.

—¿Cómo fuiste encontrando a las protagonistas?

—Es una película muy de personajes. Está contada desde el punto de vista de esta adolescente. Sentía que hasta que no aparecía Maite Aguilar, la protagonista, y Julieta, la hermana, que está interpretada por Miranda De La Serna, no podíamos arrancar. Les dimos prioridad en el casting. Maite tiene en la mirada una cierta capa de nostalgia o tristeza, pero al mismo tiempo tiene algo de observación. Su mirada tiene cierto magnetismo y voracidad en ver, tiene que ver con la curiosidad de la adolescencia, con empezar a ver todo con otros ojos, a tus papás verlos más humanos. Me atrajo mucho su lenguaje no verbal y cómo se manejaba con la mirada. El personaje de Julieta tenía que tener cierta ferocidad, de no sentirse incómoda cuando se pierde el control. Es un trastorno que se te va un poco de las manos. Supe desde un primer momento que Miranda podía habitarlo de esa manera y con esa carga. Tenía muy en claro que no quería caer en los estereotipos.

Maite Aguilar, fue fundamental para dar vida al personaje de Lola.

—Pudiste estrenarla en el último festival de San Sebastián, ¿qué ocurrió en esa presentación?

—Se me acercaron personas por el tema del trastorno, pero también gente de mi edad que me decían “me encontré en ese momento”. La película no es un dramón, tiene momentos luminosos, no pasa todo por el vínculo con su hermana y es solo una de las cosas que atraviesa el film, se trata de un personaje buscando su identidad. También chicas de 20 años diciéndome “no puedo creer lo bien que retrataste la adolescencia, me sentí muy identificada”. Tengo 43 años y para mí recrear esos momentos, volver a esos lugares y ponerte en los ojos de esos personajes era todo un tema.

—¿Cómo combinás la felicidad de estrenar con la actualidad que está viviendo el cine argentino?

—Es re difícil estrenar hoy, es un contexto muy complicado. Pensaba en las directoras o directores que iban a filmar ahora en 2024, muchos de ellos con apoyos de otros países y hoy no pueden hacerlo porque su propio país no los apoya. Esta película es una coproducción con España. Recibió ese apoyo gracias a que existe un Instituto de Cine. Es duro pensar que no se está filmando y que habrá muy pocas películas. Es algo que no tiene sentido, ya que es una industria que funciona bien.

Están buscando que no haya diversidad de miradas de lo que está pasando. El Instituto de Cine es un cultivo de talentos. Muchas de las personas que están filmando en plataformas y grandes productoras, realizaron sus primeras películas con el apoyo del INCAA. Pero si no hay oportunidades es imposible que se desarrollen los nuevos talentos. Que haya un instituto hace que podamos tener una visión a largo plazo y principalmente que una diversidad de miradas. Además, el cine genera pensamiento crítico y es una herramienta muy potente. Trabajé con técnicos que podrían dedicarse a la publicidad donde ganarían mucha más plata, pero eligen el cine porque te conecta, es transformador realmente, no solamente la película que se hace, sino la experiencia colectiva. Se trata de un trabajo colaborativo, tiene una sensibilidad que se opone a la insensibilidad con la que nos están gobernando. El año que viene las únicas películas que vamos a poder ver serán de plataformas o con apoyos privados.

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