“No debí hacer eso”: ¿todo tiempo pasado fue mejor? Qué dice la ciencia

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¿Por qué tenemos fotos únicamente sonriendo? ¿En el pasado solamente fuimos felices o recordamos las cosas mejor de lo que realmente fueron? ¿La nostalgia es un sesgo? Como cada lunes, nos encontramos en “No debí hacer eso”, un espacio donde abrimos la cocina de nuestras decisiones para conocer las razones detrás de cada una de ellas, aprender cuáles nos limitan y qué hacer para mejorarlas.

El sesgo de rosy retrospection o retrospección idílica tiene que ver, justamente, con nuestra tendencia a recordar las cosas mejor de lo que fueron. Es como un filtro color de rosa que se pone en frente de nuestros recuerdos. Y aunque pienses que no te pasa y digas: “Recuerdo las cosas dolorosas como fueron”. La respuesta, no mía sino de la ciencia, es: ¡Nos pasa a todos!

¿Se acuerdan de la película Intensamente de Pixar? Vemos la transición de Riley de niña a adolescente y cómo en ese proceso sus emociones cambiaban.

El foco estaba puesto en las emociones de Riley, en cómo sus recuerdos se organizaban en su cabeza y muchas veces se teñían de un color, según cómo se estuviera sintiendo. Por ejemplo, amarillo rabioso si estaba feliz, azul si estaba triste.

El sesgo de retrospección idílica nos lleva a recordar el pasado de manera más positiva de lo que realmente fue y afecta nuestras decisiones presentes y futuras.
(Imagen Ilustrativa Infobae)

Lo que ilustra la película es algo elemental, que tiene mucho que ver con este sesgo: nuestra memoria está construida con cosas que efectivamente pasaron, pero también con cómo las recordamos. Por eso este sesgo va muy de la mano de la nostalgia.

Nuestros recuerdos cambian con el tiempo. Un hecho que cuando pasó fue un momento más, años después se convirtió en algo espectacular. Por ejemplo, esa primera vez que te fuiste de vacaciones con tus amigos o amigas, estabas en la playa e hicieron un fueguito para despedir el viaje. Años después, tras pasar por el sesgo de retrospección idílica, es un momento único. Es como un filtro de Instagram para teñir el pasado.

Me podés decir ¿qué problema hay si hago eso? El problema está en la perspectiva. Es que no solo recordamos el pasado mejor de lo que fue, sino que le atribuimos cosas positivas de manera desproporcionada con respecto al presente.

La retrospección idílica afecta cómo valoramos el presente, llevándonos a creer que el pasado fue mejor, lo que puede influir negativamente en nuestras decisiones actuales y la percepción de nuestra realidad.
(iStock) (Getty Images/iStockphoto/)

O sea, valoramos mal el presente porque nos convencemos de que el pasado fue mejor. Y a veces, tomamos malas decisiones porque nos autoengañamos de que algo fue mejor de lo que realmente fue.

Por ejemplo, es algo que se pone en juego en la venta de una casa (que también se activa el sesgo de dotación, pero eso lo hablamos otro día), que es muy querida por nosotros, es muy común que se pongan en juego valores que no tienen nada que ver con la transacción: tu casa vale 100, en el mercado se está pagando 95 y alguien te ofrece 92. Lo normal sería establecer una negociación para que entre los dos encuentren un punto, la ZOPA (zona de posible acuerdo) de la que hablamos en otro episodio.

Pero como se trata de tu casa y está llena de tus recuerdos, te parece una falta de respeto que te den menos de lo que pedís y te retiras de la negociación. Lo que recordás es como las películas inspiradas en hechos reales, hay algo de realidad en tu memoria, pero las cosas no fueron tan buenas.

La retrospección idílica es uno de los muchos mecanismos que usa nuestro cerebro para ayudarnos a ser más eficientes y mejorar nuestra capacidad de adaptarnos a nuestro entorno.

La película “Intensamente” de Pixar ilustra cómo las emociones influyen en nuestros recuerdos, y muestra la transición de una niña a la adolescencia y cómo sus recuerdos se organizan y se tiñen de colores según sus sentimientos.
(Créditos: Disney+)

¿Por qué? Nuestro cerebro almacena los recuerdos en nuestra memoria, pero las emociones que sentimos en esos momentos se desvanecen con el tiempo. ¿Todas las emociones? Sí, pero sobre todo las negativas.

Es una especie de mecanismo de defensa que tenemos para ayudarnos a reforzar nuestra autoestima, y para generar una visión optimista de la vida. ¿Por qué pasa eso? Porque tener una visión positiva de uno mismo y de la vida en general nos ayuda a afrontar los desafíos que se nos presentan.

Por eso, con el tiempo nuestro cerebro convierte paulatinamente recuerdos amargos en más agradables o menos negativos. Es por eso que, de este proceso de memoria selectiva, no se salva ni tu amigo memorioso, que se acuerda de todos los diálogos de Friends.

No tiene que ver con la capacidad de almacenar información sobre los acontecimientos de nuestra vida, sino de cómo nos sentimos en el momento en que ocurrieron los hechos. En 1997, Terence Mitchell y Leigh Thompson se propusieron investigar un poco más cómo funciona este sesgo y qué mecanismos se activan detrás de él.

Con el tiempo, nuestro cerebro tiende a olvidar las emociones negativas asociadas con ciertos recuerdos, transformando experiencias amargas en algo más agradable, un mecanismo que nos ayuda a mantener una visión optimista de la vida.
(Getty)

El objetivo principal era explorar cómo las percepciones y evaluaciones de eventos pasados cambian con el tiempo y tienden a volverse más positivas de lo que eran durante el evento mismo. Para esto, los investigadores hicieron una serie de experimentos, de los cuales uno consistía en que un grupo de personas compartieran unas vacaciones para poder evaluar cómo se sentían durante el viaje y cómo lo recordaban después.

Durante las vacaciones les pidieron a los participantes que describieran todo el tiempo cómo se sentían: si estaban disfrutando, si algo les molestaba, si estaban aburridos, por nombrar algunos ejemplos.

Luego, una vez que los participantes regresaron a sus casas, los investigadores les pidieron que recordaran y evaluaran su viaje en varios momentos diferentes: una semana después, un mes después, y así sucesivamente. Querían ver cómo los recuerdos cambiaban con el tiempo.

Lo que descubrieron fue que con el paso del tiempo, los participantes tendían a recordar sus vacaciones de manera mucho más positiva.

Recuerdos como las primeras vacaciones con amigos pueden parecer mucho más espectaculares con el tiempo debido al sesgo de retrospección idílica.
(Imagen Ilustrativa Infobae)

Aspectos negativos, como el calor insoportable o una caminata agotadora, se volvían menos importantes o incluso se olvidaban por completo. En cambio, los aspectos positivos, como el paisaje o diferentes momentos divertidos, se recordaban con más intensidad y frecuencia.

Por lo tanto, el estudio comprobó que cuando recordamos el pasado, nuestro cerebro tiende a suavizar los aspectos negativos y a resaltar los positivos. Y, como ya mencionamos, esto podría deberse a que recordar las cosas buenas de alguna manera nos ayuda a mantenernos optimistas y satisfechos con nuestras vidas. Pero otro factor importante es la reconstrucción de la memoria.

Nuestros recuerdos no son simples reproducciones exactas de eventos pasados, sino construcciones que pueden ser influenciadas por nuestra percepción, interpretación y contexto actual. Y a medida que pasa el tiempo, es natural que alteremos los recuerdos de manera que se ajusten a nuestra autoimagen y visión de las cosas.

Ser conscientes de que nuestra memoria nos pinta las cosas color de rosa es importante porque nuestros recuerdos moldean lo que pensamos sobre el pasado y eso afecta nuestras decisiones en el presente. Además, conocer cómo funciona este sesgo nos ayuda a entender por qué a veces caemos siempre en los mismos errores del pasado.

La ciencia demuestra que nuestra memoria está construida no solo de hechos sino también de cómo los recordamos, un proceso que está influenciado por nuestras emociones y el paso del tiempo.
(Imagen ilustrativa Infobae)

Por eso, te paso 3 tips para tratar de evitarlo:

Apoyate en tu círculo de confianza: hablar con amigos o familiares sobre tus experiencias puede ofrecerte diferentes perspectivas. Tu seres queridos pueden recordar detalles que vos olvidaste o tener una visión distinta que puede equilibrar tu percepción.Hace un análisis con pros y contras: cuando recuerdes un evento, hacé el esfuerzo consciente para considerar tanto los aspectos positivos como los negativos. Preguntate qué partes fueron realmente buenas y cuáles no lo fueron, buscando ejemplos concretos.Utiliza tus registros digitales: llevar un diario con las anotaciones detalladas de tus experiencias y emociones es casi imposible. Pero hoy existen muchas aplicaciones y herramientas digitales que registran, sin que te des cuenta, qué hiciste y cómo te sentís día tras día. Desde tus conversaciones por WhatsApp, posteos en Instagram e incluso hasta tu historial de navegación, te permiten reconstruir tus experiencias y te pueden ayudar a recordar cómo te sentías en determinado momento.

*Emmanuel Ferrario es docente universitario de economía del comportamiento, autor del libro “Coordenadas para antisistemas” y legislador de la Ciudad de Buenos Aires.

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