VIERNES, 3 de mayo de 2024 (HealthDay News) — Las personas que viven en hogares con estufas de gas o propano respiran con regularidad unos niveles malsanos de dióxido de nitrógeno, señala un estudio reciente.
El uso típico de estas estufas aumenta la exposición al dióxido de nitrógeno (NO2) en un estimado de 4 partes por mil millones, en promedio durante un año, informan los investigadores.
Eso es tres cuartas partes del nivel de exposición al NO2 considerado inseguro en el aire exterior por la Organización Mundial de la Salud, anotaron los investigadores.
«Eso excluye todas las fuentes exteriores combinadas, por lo que es mucho más probable que se supere el límite», señaló en un comunicado de prensa la investigadora principal, Yannai Kashtan, estudiante doctoral en ciencias del sistema terrestre de la Universidad de Stanford.
Respirar unos niveles altos de NO2 a lo largo del tiempo puede intensificar los ataques de asma , y se ha vinculado con un menor desarrollo pulmonar en los niños, anotaron los investigadores.
La mezcla de contaminantes provenientes de las estufas de gas y propano podría ser responsable de hasta 200,000 casos actuales de asma infantil, y una cuarta parte se atribuye solo al dióxido de nitrógeno, estimaron los investigadores.
La exposición a largo plazo al NO2 de las estufas de gas también es lo suficientemente alta como para provocar hasta 19,000 muertes cada año, añadieron los investigadores.
Para el estudio, los investigadores utilizaron sensores para medir las concentraciones de NO2 en más de 100 hogares de varios tamaños, diseños y métodos de ventilación.
«No esperaba ver que las concentraciones de contaminantes superaran los puntos de referencia de salud en los dormitorios en una hora tras el uso de la estufa de gas, y que permanecieran allí durante horas después de apagar la estufa», dijo en un comunicado de prensa el investigador sénior, Rob Jackson . Es profesor de la Escuela Doerr de Sostenibilidad de la Universidad de Stanford.
Las personas que viven en casas de menos de 800 pies cuadrados (aproximadamente el tamaño de un apartamento pequeño de dos habitaciones) están expuestas al doble de NO2 en el transcurso de un año en comparación con el promedio nacional, encontraron los investigadores.
También están expuestos a cuatro veces más NO2 que las personas que viven en las casas más grandes estudiadas, más de 3,000 pies cuadrados.
Debido a que el tamaño de la casa hace tal diferencia, la exposición difiere entre los grupos raciales, étnicos y de ingresos, añadieron los investigadores.
La exposición a NO2 a largo plazo es un 60 por ciento más alta entre los hogares de los indios americanos y los nativos de Alaska, y un 20 por ciento más alta entre los hogares negros e hispanos, señalaron los investigadores.
«Las personas en las comunidades más pobres no siempre pueden permitirse el lujo de cambiar sus electrodomésticos, o tal vez alquilan y no pueden reemplazar los electrodomésticos porque no son de su propiedad», dijo Jackson. «Las personas que viven en casas más pequeñas también están respirando más contaminación por el mismo uso de la estufa».
El estudio también encontró que cocinar los alimentos emite poco o nada de dióxido de nitrógeno.
«Es el combustible, no la comida», dijo Jackson. «Las estufas eléctricas no emiten dióxido de nitrógeno ni benceno. Si tienes una estufa de gas o propano, necesitas reducir la exposición a los contaminantes mediante la ventilación».
En las casas más grandes, las concentraciones de NO2 aumentaron rutinariamente a niveles insalubres, incluso si una campana extractora estaba encendida y ventilaba el aire al aire libre, dijeron los investigadores.
«Descubrimos que la cantidad de gas que se quema en la estufa es, con mucho, el factor más importante que afecta la cantidad de exposición que se tiene. Y luego, después de eso, ¿tiene una campana extractora efectiva y la usa?» –dijo Kashtan–.
El nuevo estudio fue publicado en la revista Science Advances.
Más información
La Asociación Americana del Pulmón (American Lung Association) ofrece más información sobre el dióxido de nitrógeno.
FUENTE: Universidad de Stanford, comunicado de prensa, 3 de mayo de 2024