Gonzalo Sánchez
Roma, 9 may (EFE).- La idea de cambiar una placa conmemorativa en el edificio romano donde pasó sus últimos años el socialista Giacomo Matteotti, para aludir a la autoría fascista de su asesinato, ha soliviantado a los actuales vecinos, que han rechazado la propuesta del Ayuntamiento con motivo del centenario del crimen.
La polémica ha quebrantado la tranquilidad del prestigioso barrio romano de Flaminio, en concreto de la vía Pisanelli, donde se sitúa la última residencia de este «mártir» antifascista italiano, un edificio señorial de piedra, color ocre y áticos ajardinados.
Muy cerca de ahí, el 10 de junio de 1924, Matteotti, por entonces secretario del Partido Socialista, fue secuestrado y brutalmente asesinado por una banda de fascistas tras denunciar en el Parlamento las fechorías de Benito Mussolini.
No obstante nadie -ajeno a la materia- diría que ahí residió este histórico político, cuyo homicidio aceleró la carrera a la dictadura fascista de Mussolini que regiría Italia hasta la II Guerra Mundial.
Lo cierto es que el edificio cuenta ya con una placa en su honor -«Aquí vivía Giacomo Matteotti quien al salir de casa el 10.6.1924 se topó con la muerte»- pero es una pequeña insignia colocada haca años por un vecino, no de forma oficial.
Ahora, con motivo del centenario del crimen, y para honrar la memoria del socialista, el Ayuntamiento de Roma, dirigido por el socialdemócrata Roberto Gualtieri, ha propuesto colocar una nueva placa oficialmente en la que se subraya la responsabilidad fascista.
Los funcionarios del consistorio enviaron recientemente una carta a la comunidad para comunicar su idea de fijar una placa distinta y más grande con un texto propuesto por la Fundación Matteotti.
«En esta casa vivió Giacomo Matteotti (1885-1924) hasta el día de su muerte a manos fascistas. Colocada por Roma cien años después, en memoria del mártir del socialismo y la democracia», era la inscripción propuesta.
La placa además sería más grande -80 cm de anchura por 90 cm de altura- y su instalación correría a cuenta de las arcas públicas.
El Ayuntamiento emplazó a los vecinos a tratar la cuestión de forma «urgente», pues el centenario se celebrará en apenas un mes, pero la propuesta ha sido rechazada por la comunidad.
La mayoría cree que sería demasiado grande, otros se conforman con la existente, y además existe el temor de eventuales actos vandálicos sobre la fachada , ya que en las paredes romanas no faltan las pintadas neofascistas.
Los vecinos entran y salen del edificio eludiendo toda pregunta, mientras la portera, casi una disimulada portavoz, admite que «están cansados» de la polémica. El administrador de la finca, Mauro Croce, cuelga el teléfono irritado: «No tengo nada que aclarar», zanja.
El concejal de Cultura de Roma, Miguel Gotor, ha insistido en que por el centenario «sería importante» colocar una placa oficial y se ha abierto a la reflexión de otra propuesta.
«Las reglas son claras al ser un espacio privado. Los vecinos tienen poder de veto. Si la razón de la negativa es que nuestra placa es más impactante, pedimos un suplemento de reflexión (…) Si el problema es la dimensión, estamos absolutamente abiertos a negociar un tamaño menor», ha asegurado al diario «La Repubblica».
En cualquier caso, el deseo de colocar la placa de la discordia sigue, pese a que falta solo un mes para que el país recuerde al político antifascista.
La conmemoración tendrá lugar el 30 de mayo en la Cámara de los Diputados, desde donde Matteotti pronunció su último discurso el 30 de mayo de 1924 para denunciar las irregularidades y el clima de intimidación fascista de las elecciones de abril de aquel año.
Diez días después, unos sicarios capitaneados por Amerigo Dumini lo secuestraron cerca de su domicilio, cuando caminaba por el margen del río Tíber, y lo apuñalaron en su coche. El 12 de agosto de 1924 su cadáver fue finalmente encontrado en un bosque.
El primer ministro Mussolini negó cualquier implicación hasta que, tras meses de conmoción pública, reconoció en el Parlamento su responsabilidad «política, moral e histórica» de lo ocurrido y del clima de violencia reinante. Muerta la disidencia, la dictadura era ya inevitable. EFE
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