Internas en la cúpula libertaria y desgaste por la Ley Bases, señales de alerta en el gobierno de Milei

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El presidente Javier Milei, izquierda, y su vicepresidenta Victoria Villarruel en la ceremonia oficial que conmemora el 42º aniversario de la Guerra de las Malvinas (Natacha Pisarenko/)

“Yo no tengo jefe”. La frase se la asignan a Victoria Villarruel en una reunión reservada de estos días con dirigentes afuera del Congreso. Se refería así, según trascendió, a Karina Milei, que fue apodada “El Jefe” por su hermano Javier.

La secretaria General de la Presidencia tiene cada vez mayor influencia. Es, cada día, más decisiva, según se desprende del sistema de toma de decisiones que ideó Javier Milei y en el que, con excepción del plano económico, su hermana tiene una injerencia suprema. “Si hay algo de lo que yo entiendo es de poder, por eso estoy bien con ella: sé que el poder lo tiene ella, no él”, le sintetizó a un amigo un secretario de Estado muy conocido que Milei heredó, como otros cientos, del gobierno anterior.

Karina Milei expandió aún más su poder en las últimas semanas en paralelo al tratamiento deficitario de la Ley Bases, que todavía espera por dictamen de comisión en el Senado. Particularmente deficitario por la incapacidad del Gobierno para pronosticar un tratamiento acorde al objetivo trazado de sancionar el proyecto y el paquete fiscal antes del publicitado Pacto de Mayo, cuya puesta en escena mutó múltiples veces este mes de acuerdo al derrotero de la ley.

En la semana, la Vicepresidenta fue invitada a participar de las negociaciones. Hasta estos días, Villarruel, que lidera la mayoría de los estudios de opinión pública -el informe de mayo de la Consultora de Imagen y Gestión Política que circuló vía WhatsApp entre algunos dirigentes lo encabeza con 46% de imagen positiva y 39 de negativa-, no formaba parte de las tratativas con los senadores de la oposición y de los aliados en la Cámara alta, en particular con el bloque radical -Martín Lousteau encabezó en cumbres privadas esas conversaciones- a cargo de Guillermo Francos, Eduardo “Lule” Menem y Santiago Caputo, y José Rolandi en menor medida.

Karina Milei, Guillermo Francos, Omar de Marchi y José Rolandi (Gustavo Gavotti)

Villarruel no había tenido una buena experiencia con el revés de marzo al DNU 70 ideado por Federico Sturzenegger, por la falta de propuestas del Ejecutivo a los senadores que, con excepción del kirchnerismo, estuvieron desde el 10 de diciembre pasado muy proclives a colaborar con el gobierno a cambio de cualquier tipo de gesto hacia sus provincias.

La incorporación de la Vicepresidenta apuntó a ayudar a destrabar las negociaciones en torno a la Ley Bases, cuestionada por buena parte de los senadores por el capítulo RIGI, el blanqueo y Ganancias. Como corolario de un notorio desgaste interno entre la Casa Rosada y el Senado, y en la administración libertaria, a menos de seis meses del desembarco de Milei. Una radiografía del inquietante estado de situación en la cúpula del poder que, según trasciende desde el propio entorno presidencial, podría ofrecer una pronta oxigenación una vez que finalice el actual debate parlamentario.

El miércoles, mientras Nicolás Posse exponía por primera vez en el Senado, colaboradores de Milei aprovecharon esa presentación para sociabilizar los errores de cálculo en el tratamiento parlamentario. Desde el propio entorno presidencial se ocuparon en que trascendiera cierta molestia hacia Villarruel y el jefe de Gabinete por no postergar -por segunda vez- el informe del ministro coordinador. Enterados de esos trascendidos, en el Senado enloquecieron: “Que no mientan, la van a hacer enojar a Victoria”.

Villarruel no reconoce más jefatura que la de Milei, pero en privado ha advertido que los votos también le corresponden, a diferencia de los ministros y secretarios de Estado. Incluida la Secretaria General. La Vicepresidenta tomó una decisión: permanecer callada. Los pedidos de entrevista se acumulan a diario, pero sabe que cualquier declaración pública puede tener un rebote perjudicial para el gobierno al que, a pesar de las constantes operaciones, prometió lealtad. La entrevista con Jonatan Viale de marzo pasado sentó un precedente en ese sentido.

Victoria Villarruel junto a Francos y Posse

La ex diputada tiene sello propio y un proyecto personal a futuro que no descartó en ese último reportaje de TN, cuando le preguntaron si pensaba en ser presidente: “No lo descarto”, respondió. En el Senado existe una hipótesis de por qué parte del Ejecutivo la eligió como “enemiga” interna: por su bajo perfil, y porque no parece dispuesta a confrontar públicamente. Algo similar ocurre con Posse, también atravesado por una serie de cuestionamientos internos, aunque con una diferencia: Villarruel está decidida a ejercer un rol político. Los encuentros con dirigentes, legisladores y gobernadores son cada vez más frecuentes.

En el caso de Posse, un viejo amigo de Milei, de extrema confianza, más allá de eventuales entredichos, su sola mención en la batería de trascendidos internos evidencia el desgaste de algunos engranajes del sistema de decisiones del gobierno libertario. Con un agravante: esas divulgaciones se originan muy cerca del presidente.

El estilo con el que Milei conduce su gabinete da lugar a ese tipo de interpretaciones. El Presidente está abocado exclusivamente al control de la macroeconomía. A las últimas reuniones de gabinete no fue. Las convocatorias a Olivos a selectos asistentes a los que invita a escuchar ópera ya son un sello de su gestión. En general deben estar subtituladas al español. Por fuera de ese microclima se suceden una serie de intrigas que tienen en vilo al poder libertario.

Hay, por caso, una danza de nombres que espera por el resultado de la Ley Bases para confirmar si efectivamente habrá una renovación del gabinete, producto además de la falta de eficiencia en innumerables áreas del Estado.

Nicolás Posse (Jaime Olivos)

Circuló, por ejemplo, que Cecilia Loccisano, flamante secretaria de Coordinación Administrativa del Ministerio de Salud, una incorporación anticipada por Infobae, había asumido con la promesa de reemplazar a Mario Russo. En Salud no acreditan para nada la versión. Cerca del ministro explicaron que la funcionaria, ex pareja de Jorge Triaca, listo para asumir como auditor General de la Nación cuando lo resuelvan los diputados, fue convocada por él mismo, para “fortalecer la gestión”, por su experiencia en la administración de los recursos, y que no hay ningún indicio que acredite ese compromiso.

En Transporte, el secretario Franco Moggeta está bajo asedio interno. Hasta el accidente ferroviario del tren San Martín de hace dos semanas, su nombre circuló en la lista de posibles salidas.

En Energía también sobrevuela un clima denso. En las últimas semanas, el secretario Eduardo Rodríguez Chirillo enfureció con la Casa Rosada cuando le vetaron a un técnico de su confianza al que postuló para la vicepresidencia de Cammesa, que administra el mercado mayorista de energía. En su lugar designaron a Mario Cairella, que tuvo que desistir de una demanda millonaria contra la empresa para asumir ese rol. Cairella fue promovido por Santiago Caputo, que amplió su zona de influencia en ese rubro. “Todavía no fue suficiente, denle unas semanas”, advirtieron cerca del estratega.

Caputo y Karina Milei son aliados. Al consultor le adjudican un plan que tendría como objetivo oxigenar el gabinete una vez que la Ley Bases sea sancionada en el Congreso si es que, finalmente, las negociaciones con la oposición y los bloques aliados llegan a buen puerto. De los nombres en circulación, hay una condición que, para el estratega, debería prevalecer por sobre el resto: tienen que encuadrar en el tamiz ideológico que pretende imprimirle a la gestión. Caputo quiere funcionarios leales, pero además identificados con la cultura de época que Milei postula desde las redes sociales a través de la construcción de un relato agresivo y eficaz. Eso explica, por ejemplo, que Alejandro “El Galleguito” Álvarez, el subsecretario de Políticas Universitarias que fue corrido de las negociaciones formales con los rectores pero que está mimetizado con la postura cultural e ideológica del presidente, continúe en su cargo.

“Tenemos que cuidar a los que, como él, piensan como nosotros”, resaltaron cerca de Caputo.

Santiago Caputo y Karina Milei

Juan Pablo Carreira, director de Comunicación del gobierno, conocido por su pseudónimo, Juan Doe, con el que se hizo famoso en las redes sociales, está a cargo de la custodia de ese relato, y trabaja para que se efectivice en la gestión diaria. Al menos, eso intenta. Reporta directo al consultor.

Hace algunas semanas, Carreira participó de una reunión en un ministerio con más de una docena de funcionarios y colaboradores. Llevó la voz oficial respecto a una agenda en particular que se debatía en ese ámbito: el encuentro finalizó cuando, al final, brindó su opinión con la posición del Presidente, contraria a la que postulaba casi todo el resto de los presentes. Abundan situaciones de ese tipo que desnudan la dinámica de ese diseño de la gestión. Hace poco, un ministro tuvo que llamarl a Carreira para discutir sobre un párrafo de un comunicado que toda la línea interna ya había validado pero que a Doe no le convencía.

El aspecto ideológico no es, sin embargo, el único filtro que pesa sobre los posibles desembarcos. También se discute la pertenencia, la lealtad y las jefaturas. La figura de Mauricio Macri genera, en ese sentido, todo tipo de controversias internas. “Suenan todos nombres intermedios del PRO que no tengan conducción de Mauricio”, remarcaron desde una usina oficialista.

Es un aspecto que tienen en cuenta cerca de Milei, a pesar de la buena sintonía personal que el presidente y su antecesor arrastran desde hace años. Macri acaba de asumir formalmente como titular del partido que fundó hace dos décadas. Pero lo hizo en una breve ceremonia virtual, de menos de 20 minutos, en reemplazo del acto que se preparaba en una locación a confirmar, en la Ciudad o en Vicente López, rodeado de gobernadores y dirigentes. El ex presidente se aseguró con ese evento protocolar vía zoom no tener que sentar posición pública sobre el momento histórico, para no desnudar la incomodidad que lo atraviesa.

Horas después de que divulgó un comunicado escueto, y que reflotó la cuenta en redes sociales del PRO, Damián Arabia, un diputado de la mesa chica de Patricia Bullrich, rival interna de Macri, subió en su cuenta de X una foto de hace varios días con Karina Milei, y la acompañó con una breve descripción: “Con el Jefe”. Traducción: el bullrichismo está decididamente absorbido por La Libertad Avanza. Anoche, en el Gran Buenos Aires, se avanzó un paso más, con el lanzamiento de los “liberales del PRO”, un acto que tuvo a la ministra y a Sebastián Pareja, armador bonaerense de LLA, del riñón de la hermana del Presidente, como principales protagonistas. En las próximas semanas podría haber novedades en ese distrito, con José Luis Espert en el centro de la escena. Una mala noticia para los dirigentes del PRO provincial que quieren un guiño de Milei de cara al 2025.

Se avecinan, en esa línea, semanas cruciales. Por el futuro de la Ley Bases, y por una eventual reconfiguración interna que se disputa subterráneamente por debajo del liderazgo de Milei. El retoque de estas últimas horas en la órbita de la Aduana está signada por esa premisa. Es que, además, el Gobierno reconoció que hay 1.867 funcionarios designados en cargos de “Alta Dirección Pública” que están en funciones con designaciones previas al 10 de diciembre, tal como reveló la periodista Déborah de Urieta en base a las respuestas de Posse al Senado. Es decir, que sobrevivieron de la gestión anterior. En muchos casos, por acuerdos extraoficiales con sectores del PJ.

En los cambios en la Aduana, sin embargo, se menciona una posible devolución de favores. Un pase de factura interna ejecutado desde el Ministerio de Economía y la Jefatura de Gabinete.

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