Las enfermeras de «La paciencia» se balancean entre el afecto y la infracción a las normas
Persona que recibe atención médica en un consultorio o en un centro de salud: palabras más, palabras menos, así define el diccionario, en una de sus principales acepciones, la palabra paciente, derivada del latín y alusiva a soportar, sufrir (molestias, dolor, pérdida de autonomía en un entorno hospitalario si se trata de gente enferma). La dramaturga y directora teatral –además de cineasta– Macarena García Lenzi eligió el sugerente título La paciencia para una obra que acaba de reestrenar y que remite con llamativa familiaridad al mundo de las enfermeras (un oficio con gran mayoría de mujeres: en C.A.B.A. son el 80 por ciento, y no hay una que no tenga pluriempleo, según afirmó una dirigente del gremio la semana pasada, en una jornada de protesta).
Lo hace a través de tres personajes claramente diferenciados que se desempeñan en una institución para enfermos terminales mayores llamada, no sin ironía, Honrar la vida. Porque, ciertamente, aquí brota en forma indirecta ese humor de la comedia negra que desafía los límites, aliviando el cuadro de situación de una noche de guardia en el lugar donde Silvia, Ludmila y Gloria brindan su paciencia, a veces afectuosamente, a veces saltándose las indicaciones de sus superiores –los médicos que apenas aparecen por teléfono– para mitigar un padecimiento físico. También confortan espiritualmente con mentiras piadosas a las personas internadas que no reciben visitas.
Tampoco es que estas enfermeras, tan agudamente caracterizadas, sean un dechado de virtudes: como tantas profesionales del rubro que cumplen horarios agotadores yendo de un paciente a otro, cumpliendo múltiples tareas de la más simple a la más sofisticada al pie de cada cama, puede suceder que alguna de ellas se lleve medicamentos o que incurra en otras faltas menores como, por ejemplo, hacer averiguaciones en las redes sobre los parientes de los enfermos que se borran olímpicamente.
Silvia, Ludmila y Gloria, los tres personajes de «La paciencia»
Aparte de haber desarrollado una línea narrativa que se sostiene en el tiempo condensado de unas horas nocturnas, en una lograda escenografía donde se adivina la presencia de varios pacientes en sus lechos detrás de un cortinado que deja ver sombras, García Lenzi denota, mediante el vocabulario y las acciones, una seria investigación sobre usos y costumbres hospitalarias, sobre conductas y procedimientos. Sin duda, la autora de recordadas obras (Sangre de mi sangre, 2013; Mis cosas favoritas, 2015; asimismo codirectora del film Piedra, papel y tijera, 2019) se ha interiorizado a pleno sobre esa vida paralela que sucede en hospitales y clínicas, donde enfermeras y pacientes prácticamente conviven largas horas, en muchos casos durante largo tiempo.
Y más allá de sus tareas específicas, teniendo estas profesionales que tratar con familiares y amigos de los pacientes, responder a reclamos. Esto cuando las visitas se presentan porque, como se disculpa Ludmila por haber stalkeado al hermano del paciente de la 3, que no responde ni a llamados ni a mensajes: “Día y noche preguntando por ese hermano ¿y yo no me puedo entrometer en esa vida ‘privada’? Ah, pero para cambiarle la sonda sí lo puedo hacer, ¿no? Para ponerle el papagayo y entonarle la canción que le cantaba la abuela… ¿Sí?”
Juliette Binoche en «El paciente inglés» (Miramax)
Enfermeras del cine y la TV, médicos del teatro
En materia fílmica, todo hay que decirlo, acaso son más recordadas aquellas enfermeras terribles –que serían excepciones en la vida real– como la Ratched de Atrapado sin salida (1975) o la chiflada sádica a cargo de Kathy Bates en Misery (1990). Empero, también tenemos a Hana (Juliette Binoche) atendiendo a El paciente inglés (1996) en un monasterio italiano durante la Segunda Guerra y en tenso romance con el indio Kip; a la perspicaz Thelma Ritter en el clásico de suspenso La ventana indiscreta (1954); y, abreviando, a la desopilante Margaret “Hot libs” (Sally Kellerman), enfermera jefe del exitoso film M. A. S. H. (1970), luego convertido en popular serie de 1972 a 1983; y también al discutible enfermero (Javier Cámara) de Hable con ella, la cinta de Almodóvar que justificaba una “amorosa” violación.
Habría que ir a la televisión para encontrarse con las capítulos de Nurse Jackie (estreno local 2010), para dejarse flechar por la adorable enfermera que encarnó Edie Falco, corazón y mente al servicio de sus enfermos en un hospital, hacia los que tenía siempre actitudes empáticas pero –humana al fin– era capaz de transar con el farmacéutico del lugar para ser provista de los calmantes que aplacarían ciertos dolores y que ella trituraba y escondía en saquitos de edulcorante, para llevárselos sin despertar sospechas…
Edie Falco (a la derecha), protagonista de la serie «Nurse Jackie» (HBO)
Ya en la escena local, justo es citar un notable antecedente que transcurría en la sala de un centro de salud, para centrarse en el comportamiento de los médicos frente a una enferma grave que actuaba en gran forma María Marta Guitart. En la obra Tumbada blanca en blanco, estrenada en 2007 y dirigida por Roxana Randón, esta paciente es víctima de encarnizamiento terapéutico, entre el quirófano y la terapia intensiva, sin que se tenga en cuenta su inconducente sufrimiento físico y moral, sus deseos y decisiones. En síntesis, su derecho inviolable a la autodeterminación en una fase terminal de su enfermedad, cuando ya se sabe que no habrá curación. La soberbia médica, la indigna manipulación y la falta de respeto puestas en evidencia con talento y valentía en la dramaturgia por la bióloga y escritora Carina Maguregui, que se basó en su propia novela Doma (Alción, 2004).
Diversión, pero con trasfondo serio y comprometido
Uno de los méritos destacables de La paciencia es ir desgranando, con fluidez en diálogos y situaciones, rasgos de la vida laboral y la vida personal de estas tres enfermeras que atienden a sus pacientes, los persuaden con amables diminutivos para tal o cual inevitable invasión en zona muy íntimas de sus cuerpos, les celebran en la medida de sus posibilidades un “cumpleañitos”. Y una de ellas, arriesgándose, hasta es capaz de darle un último gusto (una doble de carne, doble de bacon, con kétchup a demanda) a una encantadora viejita de 92 “que me daban ganas de adoptarla”, pero que estaba clarísimo que “no iba a pasar de esa noche”.
A la vez, participan a la distancia, mirando un monitor y haciendo comentarios, o activamente en persona (la imbatible Gloria) en una marcha de protesta sindical por las condiciones de trabajo y el miserable sueldo que cobran, que es reprimida por la policía.
Macarena García Lenzi, autora y directora de «La paciencia»
Es así que Macarena García Lenzi, apuntalada por una escenografía que expande el espacio ingeniosamente al tiempo que plasma el paisaje típico, frío e impersonal de un hospital –una fisonomía acentuada por la iluminación–, ofrece un espectáculo en apariencia ameno y divertido, pero con un trasfondo serio y comprometido que, es muy probable, deje crecer ondas concéntricas reflexivas en el público asistente.
Párrafo aparte para las intérpretes de las tres “paciencias”, como les gusta a las actrices llamar a sus personajes: Valeria Giorcelli (Silvia), Karina Elsztein (Gloria) y Noelia Prieto (Ludmila), cada una en su rutinario uniforme celeste, fieles a sus personajes hasta en los detalles más sutiles, sin soltarlos nunca y sin buscar la fácil complicidad de la platea. Tres cariátides perfectas para defender este espectáculo.
* La paciencia se presenta los sábados a las 20 hs. en Camarín de las Musas (Mario Bravo 960, C.A.B.A.).
[Fotos: prensa “La paciencia”]