El Papa ha instado a los sacerdotes a alejarse de los «juicios despectivos sobre los que no creen» y ha señalado que en una sociedad cada vez más secularizada el riesgo es «perder el entusiasmo» y encerrarse «en la queja» haciendo prevalecer «la magnitud de los problemas» sobre la inmensidad de Dios.
En anteriores días, el Papa había preferido no pronunciar sus discursos, pero este jueves ha leído la homilía sin ninguna dificultad.
Durante la misa crismal que ha celebrado en la basílica de San Pedro, ante cerca de 1.800 sacerdotes que este jueves renovarán sus promesas, Francisco ha asegurado: «A nosotros, sus Pastores, el Señor no nos pide juicios despectivos sobre los que no creen, sino amor y lágrimas por los que están alejados».
En su homilía ha propuesto a los sacerdotes una reflexión sobre la compunción que es «‘una punción en el corazón» y «un aguijón benéfico que quema por dentro y cura, porque el corazón, cuando ve el propio mal y se reconoce pecador, se abre, acoge la acción del Espíritu Santo» que hace «brotar lágrimas de arrepentimiento» y que ha diferenciado del «sentimiento de culpa»o «del escrúpulo que paraliza».
El Pontífice ha apuntado que los sacerdotes viven hoy «situaciones difíciles» pero les ha pedido que «al entrar en contacto con un corazón» no se queden en la «determinación en la polémica, sino la perseverancia en la misericordia». «¡Cuánto necesitamos liberarnos de resistencias y recriminaciones, de egoísmos y ambiciones, de rigorismos e insatisfacciones, para encomendarnos e interceder ante Dios, encontrando en Él una paz que salva de cualquier tempestad!», ha dicho.
Francisco ha señalado, además, que en la vida espiritual «quien no llora retrocede, envejece por dentro, mientras que quien alcanza una oración más sencilla e íntima, hecha de adoración y conmoción ante Dios, madura». «Se liga menos a sí mismo y cada vez más a Cristo, y se hace pobre de espíritu. De ese modo se siente más cercano a los pobres, los predilectos de Dios», ya reflexionado.
Además, Francisco ha ofrecido dos consejos a los curas: «no mirar la vida y la llamada en una perspectiva de eficacia y de inmediatez, ligada sólo al hoy y a sus urgencias y expectativas, sino en el conjunto del pasado y del futuro» y «redescubrir la necesidad de dedicarnos a una oración que no sea de compromiso y funcional, sino gratuita, serena y prolongada».
Del mismo modo, ha señalado que no se trata de «sentir lástima» de uno mismo cuando se está «desilusionado» o «preocupado» ante las «expectativas frustradas» o «por la falta de comprensión por parte de los demás, tal vez hermanos de comunidad o superiores».
Por ello, ha dejado claro que tener lágrimas de compunción es «arrepentirse seriamente de haber entristecido a Dios con el pecado; es reconocer estar siempre en deuda y no ser nunca acreedores». Para el Papa, que ha definido la compunción como «el antídoto contra la esclerosis del corazón» esto «requiere esfuerzo pero restituye la paz».
«El corazón sin arrepentimiento ni llanto se vuelve rígido. Primero se afianza en sus rutinas, después es intolerante con los problemas y las personas le son indiferentes, luego se torna frío y casi impasible, como envuelto en una coraza inquebrantable, y finalmente se vuelve un corazón de piedra. Pero, como una gota excava la piedra, así las lágrimas excavan lentamente los corazones endurecidos. Se asiste de esta manera al milagro de la tristeza que lleva a la dulzura», ha concluido.