César Aira, que no concede entrevistas a medios argentinos, habló para una crónica de la revista literaria brasileña Piauí (EUROPA PRESS/)
Hace años que César Aira no da notas a la prensa argentina. Una decisión que le permitió permanecer en esta extraña celebridad, entre anónima y oculta. Cada tanto, alguna foto en las redes lo devela: lectores que lo encuentran en su querido barrio de Flores. Él los saluda amistoso y posa para alguna selfie. Si bien sus verdaderas y poderosas señales de vida las da con su gran producción literaria, que se renueva año a año, las entrevistas tienen otro valor. Y apareció una nueva.
Fue en la revista brasileña Piauí, que luego replicó The Guardian con traducción de Jessica Sequeira. Aira recibió al escritor y crítico literario brasileño Alejandro Chacoff en su oficina. Aunque guarda ciertas reglas del reportaje, podría calificarse a este texto como una crónica. La entrevista sucede en la oficina de Aira, a cinco cuadras de la casa donde vive hace más de cuarenta años con sus dos hijos y su esposa, la poeta Liliana Ponce.
“La tarde que me recibió, Aira, que cumplió 75 años este año, vestía una camisa de cuadros de manga corta, jeans y zapatillas (…) Su voz, temblorosa y frecuentemente baja, sonaba a veces como si estuviera a punto de ser superado por la emoción. (…) En su estudio, Aira me mostró un estante de sus manuscritos no publicados. Según él, hay más de 40 títulos”, se lee en la nota.
«La magia irreal de César Aira: cómo el excéntrico autor tomó el control de la literatura en América latina», el título del diario inglés The Guardian
Para pintar al personaje, una de las primeras cosas que empieza contando es que Patti Smith tocó en un festival cultural en Dinamarca porque estaba presente Aira, “uno de sus autores favoritos”. “Aunque celebrado en su país natal, Argentina, era poco conocido fuera de América Latina hasta que fue descubierto en 2002 por el agente literario con sede en Berlín, Michael Gaeb, quien quedó encantado con sus libros poco convencionales y surrealistas, que cambian de atmósfera, e incluso de género, de una página a otra”, se lee en la nota.
Otra pincelada es la eterna candidatura a Nobel. ‘Ya sé que cada octubre, hasta mi muerte, voy a tener que aguantar eso’, me dijo Aira una tarde a mediados de noviembre, cuando nos encontramos en su oficina en Buenos Aires. Dicho por cualquier otro escritor, esto se interpretaría como un alarde humilde. Pero Aira no parece ser el tipo de persona que aprecie los eventos disruptivos. ’A veces, la candidatura me es útil’, dijo riendo. ‘Por ejemplo, ahora vivimos en un apartamento más lujoso, uno un poco más allá de mis circunstancias. Y me alquilan porque ven que soy candidato al Nobel’”.
Según revela el artículo, Aira ya tiene listas dos “novelitas” (como llama él a sus textos). Sus editores oficiales son Damián Ríos de Blatt & Ríos y Francisco Garamona de Mansalva. “Y ahora he estado pensando, porque una me ha salido mejor que la otra, más imaginativa, ¿a quién se la voy a regalar?”, bromeó. Además, hay un perfil narrado de forma polifónica: están la voz de escritores como Alan Pauls y Ricardo Strafacce.
César Aira en una de sus últimas apariciones públicas, cuando le fue otorgado el Prix Formentor 2021 en Sevilla.
La escena final del artículo es muy interesante. Aira y el periodista se meten en el Museo Barrio de Flores. “Aira parecía cómodo allí. Su nombre ocupa uno de los escalones en la escalera junto a la puerta principal. En el escalón de arriba está el nombre del gran escritor Roberto Arlt; en el de abajo, un anuncio de un corredor inmobiliario”, se lee. Luego Aira deja una caja con libros al empleado del museo e inician el recorrido.
“En un momento se detuvo ante una carta enmarcada escrita por el Papa Francisco, otro ex habitante del barrio. ‘¿Viste qué bonita es la letra del papa?’, me preguntó, con una leve sonrisa. ‘Eso ya no se enseña en la escuela, no’”, se lee en el artículo. Luego van a otra sala, donde hay una vitrina con algunos de sus libros. Un grupo de mujeres está en una especie de clase. “Solo la instructora del curso parecía ser menor de 65”.
“¿Cómo se llama el avioncito que vuela cerca del suelo?”, pregunta una de ellas. “¿El qué?”, responde Aira. “El avioncito”, insiste la señora. “El que vuela cerca del suelo”. “Por un momento, todos miraron a Aira, esperando una respuesta. ‘Una pregunta inesperada’, bromeó la instructora incómodamente. Aira se encogió de hombros, y nos fuimos a la esquina a mirar su vitrina”.
[Fotos: Europa Press; Fundación Formentor]