Ver a Carmen Martínez-Bordiú en Madrid es cada vez más complicado. Retirada de la vida pública e instalada en una villa frente al mar en la localidad portuguesa de Cascais desde 2019, son contadas las ocasiones en las que viaja a nuestro país para reencontrarse con su familia y sus amigos.
Una de ellas, en mayo, cuando coincidiendo con la feria taurina de San Isidro -de la que es una apasionada- regresa a casa para disfrutar de alguna corrida en la plaza de Toros de Las Ventas y pasar unos días con su hijo Luis Alfonso de Borbón, Margarita Vargas y sus 4 nietos.
Y a pesar de que su intención es mantenerse alejada de los focos, es inevitable que de vez en cuando la sorprendan las cámaras, como este martes durante un paseo con una buena amiga por el madrileño barrio de Salamanca.
Una reaparición en la que Carmen se ha mostrado muy esquiva con la prensa, a la que ni siquiera ha dado las «buenas tardes», y en la que ha impactado el cambio físico de la socialité. Siempre elegante y con cuidados estilismos en cada uno de sus viajes a España, en esta ocasión la duquesa de Franco ha sorprendido con un look moderno e informal de lo más juvenil; zapatillas deportivas, pantalones vaqueros fluidos, blazer de aldogón con estampado geométrico multicolor y su media melena revuelta delante de la cara.
Esquiva, la nieta de Franco ha intentado dar esquinazo a las cámaras de Europa Press mientras su amiga ejercía de improvisada escolta: «¡Qué pesados! ¡Qué pesados! ¿No podéis dejar a la gente que viva tranquila, de verdad?» exclamaba mientras un espontáneo increpaba a la prensa al grito de ‘¡dejarla en paz!’.
Una actitud sorprendente en Carmen, que siempre ha derrochado educación con la prensa, y que en esta ocasión ha evitado revelar cómo se encuentra ni confirmar si está contenta después de que sus hermanos y ella hayan conseguido vender por 70 millones de euros el edificio familiar de la calle Hermanos Bécquer.
Muy seria, y ocultando su cara con su propio pelo, la socialité tampoco se ha pronunciado sobre la información que asegura que quiere deshacerse de decenas de objetos que pertenecieron a Franco, y que va a subastar una valiosa vajilla portuugesa de Vista Alegre -regalo del dictador portugués António Oliveira Salazar, a su abuelo- por un importe que partirá de los 12.000 euros.